domingo, 30 de noviembre de 2014

LA MUERTE DEL POETA

Quedaron de verse en la esquina del terminal de buses de concepción, dos amigos que jamás se habían dado el tiempo de conocerse en persona. Llevaban bastante tiempo hablando por internet, cruzando chistes, incoherencias y una que otra historia seria. ¿Por qué no tomar un café mientras las risas siguen fluyendo?, eso pensaron y no dudaron en arreglar verse.

Uno era un célebre poeta de la ciudad, el otro un simple estudiante que aspiraba a ser alguien. No tenían nada en común, ni la edad, ni los gustos personales, solo sus momentos de conversación en la web, motivo más que suficiente para reunirse.

Un poco perdido, por su falta de conocimiento de la ciudad, esperaba impaciente en la entrada del terminal. El frío de esa tarde de invierno le provocaba un cierto grado de desesperación, queriendo que todo termine rápido. De pronto, se acerca el poeta, ¿eres tú?, le dice. Sí, respondió el jóven. Qué sorpresa verte al fin. Vamos, arranquemos de éste frío. 

No te reconocí, dijo el poeta mientras colgaba su chaqueta en la silla de su comedor. Me afeité y dejé los lentes en mi casa, así a cualquiera cambia su rostro, respondió el muchacho. Oh, claro, tienes toda la razón. ¿Qué tal si nos sentamos en el sillón? así arrancamos del desorden de esta casa. A la verdad, el departamento del poeta era un desastre. Un cerro de libros recién salidos de la editorial llenaban una esquina de la mesa y muebles de todo tamaño cubrían los minúsculos espacios sobrantes del lugar. 

Se sentaron, mientras que, de la nada y producto del gran desorden, cayó un serrucho que se encontraba oculto en la esquina del sillón. El ruido los asustó, provocando miradas nerviosas que se transformaron en un sin fin de carcajadas. Con eso te pretendía matar, dijo el poeta, mientras seguían riendo por lo que parecían horas.

Los atrapó un programa de tv, horas después el sueño convenció al joven de que el living era el mejor lugar para quedarse dormido, el poeta, por su parte, decidió que ese momento de silencio era el apropiado para revisar su email, por lo que abrió su computador y un leve sonido de mensaje llamó su atención. "Perdona amigo, pero se me hizo imposible ir a concepción. Espero no haberte dejado plantado. ¿Qué tal si lo dejamos para mañana?. Me avisas." El hombre, anonadado, miró hacia el frente y se preguntó ¿Quién es el que está durmiendo en mi sillón?.

El lluvioso amanecer llegó. La puerta del departamento llevaba abierta desde la madrugada. Se podía apreciar desde afuera  un cerro de libros sobre la mesa,  muebles de todo tamaño que cubrían el lugar... y un serrucho, uno teñido de sangre.