miércoles, 13 de marzo de 2013

El día caiss y las sillas amarillas.


Y llegó el gran día de ir a visitar el lugar de los asientos amarillos. Realmente no quería ir, pero esos pequeños indeseables que viven dentro mio me obligaron. Al entrar vi a un grupo de personas y de forma irrefutable tuve que sentarme frente a ellas. Siempre que visito esa sección del hospital y veo a grupos similares a ese, pienso que no es bueno rechazar a la gente , pero en este caso, la situación amerita una cara de desprecio. ¡Cómo es posible que insistan en sostener miradas que proyectan un corazón oscuro y sin culpa, cuando sus consecuencias los mantienen atados!.


El lugar se ve igual que siempre, están las mismas damas de rojo, las mismas mujeres detrás de la ventanilla y los mismos carteles informativos que me hacen recordar ( de un modo muy cruel) por qué estoy ahí. Ni hablar del suave olor a anestesia, el que mezclado con preocupación e intriga, ayuda a mantener el aire limpio de partículas de conciencia tranquila. Es que, a la verdad, nadie tiene derecho de estar en paz ahí dentro. Creo que por esa razón veo muchos "por qué" en los ojos de los condenados y cómo no hablar de las infaltables piernas tiritando acompañadas de posiciones de rezo, digno comportamiento de un arrepentimiento asustadizo, que solo durará hasta el momento hipodérmico.

 Un suave tono se destaca en el aire. Era una de las mujeres detrás de la ventana de atención. Buenos días, me dijo,  ¿ Cuál es su nombre?. Yo le respondí... ( a veces terminator y el resto del año soy Clark Kent, solo que hoy soy un simple Billy. De verdad lamento haber traído tan poca cosa ante su presencia Señorita, pero es necesario que cada seis meses me despoje de mis poderes y me muestre tal cual soy)... Emmm Billy Vega.  Ella, con una linda sonrisa, me responde: Bien Billy, espere con paciencia y lo atenderemos. ¿ Paciencia?, dije, ¿ Acaso  usted cree que es fácil   sentarse en frente de todos esos depredadores?. Bien, seré sincero, no dije eso, aunque sí tenía ganas. Solo me fui a disfrutar de esas caritas de conformismo con marcadas sonrisas forzadas, las que en cada gesto dejan en evidencia los inherentes gritos de desesperación, producto del dolor otorgado por el parásito que convoca esa sagrada reunión semestral.

El tiempo pasa lento y así mismo se vacía la sala. Super héroes  vacíos caminan hacia el mundo real con el corazón en la mano. Por otro lado, yo sigo esperando en el esplendor de las sillas amarillas, la llegada del del filoso momento que desentrañará el imperceptible universo maldecido por circunstancias que asesinaron mi inocencia.

Ya pasó más de una hora y no queda nadie; se fueron todos. El tiempo se agotó para ellos y yo aún sigo sentado a la espera que me claven a la mesa. ¿ Se habrán olvidado de mi?.

¡Billy Vega!... su turno. Deje ahí sus cosas y desnude su brazo. Esto no durará mucho.