miércoles, 14 de agosto de 2019


                                                                         El Caminante


Solo, en la oscura calle que conecta con el viejo puente, estaba el caminante, siguiendo la misma línea que hace cuatro años descubrió, la cual fielmente seguía dos veces a la semana.

Era el caminante, un muchacho cálido y misterioso, el cual todos creían conocer, pero nadie tenía la certeza de explicar su vida, porque sencillamente nadie era digno de saber sus más oscuros secretos.

Ya en la mitad del puente, el viento corría por su cabeza, helado, rugiente y enigmático; nunca entendió qué lo obligaba a detenerse, será por la corriente calmada del río o por el reflejo de las luces de esa población cuyo nombre no le importaba, aun así, ese encanto mágico y tenue de la noche mágica del sur lo obligaban cada vez a contemplar campante el pasar constante del agua.Una sombra interrumpió su concentración, una silueta misteriosa que lentamente se acercaba. No se asustó, no corrió, solo esperó que sus caminos se crucen para luego con una mirada afirmar su posición, como diciendo –este es mi lugar y aunque lo cruces, siempre será mío-.El caminante siguió su camino, recordando, replanteando su vida, eliminando acontecimientos, para luego llegar a casa como si nada hubiera pasado.